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La crisis del COVID-19 (coronavirus) ha puesto en peligro la salud y las perspectivas económicas en todo el mundo. Las perspectivas son especialmente aleccionadoras para las poblaciones más vulnerables de los países en desarrollo. Los trabajadores del sector no estructurado, los agricultores y los microempresarios están sometidos a graves tensiones financieras debido al distanciamiento social y a las medidas de bloqueo adoptadas para contener el brote. Si bien las personas pobres son resistentes, muchos dependen de los servicios de microfinanciación, incluidas las cuentas de ahorro básicas, los pequeños préstamos y las remesas. Los servicios de microfinanciación ofrecen a los clientes un margen de flexibilidad para hacer frente a las emergencias cuando las redes de seguridad financiadas con fondos públicos son insuficientes.
Los proveedores de microfinanciación -instituciones de microfinanciación y otros proveedores regulados, desde bancos hasta organizaciones no gubernamentales- enfrentan amenazas a su propia existencia. La disminución de la capacidad de ingresos de sus clientes amaga con socavar la sólida cultura de repago de la que depende la microfinanciación. Mientras tanto, las empresas de microfinanciación están reprogramando los préstamos -voluntariamente o por orden de las autoridades. Muchos están en un aprieto, con los repagos de los clientes agotándose y los gastos operativos en curso consumiendo las reservas. Así pues, se pone en duda su capacidad para cumplir con sus propias obligaciones de deuda y necesidades de liquidez. (Texto en inglés)
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